El momento de pedir ayuda
Para la mayoría de las personas, acudir por primera vez a la consulta de un psicólogo supone una gran incertidumbre. Normalmente, nos planteamos empezar un proceso terapéutico cuando nos sentimos inmersos en una crisis personal, o somos conscientes de que hay problemas concretos que no sabemos solucionar por nosotros mismos. En ese momento podemos sentirnos desorientados y algo asustados, ya que solemos sentir que hay algo que nos sobrepasa.
En la mayoría de las ocasiones, además, el hecho de pedir ayuda a un psicólogo cognitivo ya lo interpretamos como algo malo (“Si tengo que pedir ayuda es que no soy capaz de arreglar mis problemas, soy débil…y…¿Qué van a pensar los demás cuando sepan que voy al psicólogo?…¡pensarán que estoy fatal!”). Afortunadamente, superar estos primeros miedos y pedir cita ya es un acto terapéutico en si mismo, porque la persona es consciente de que tiene un problema y de que lo más importante es poder solucionarlo.
¿Y qué ocurre cuando ya estoy en terapia?
Tras haber comentado, observado y analizado a fondo tu historia personal, el terapeuta, además de guiarte y acompañarte en el proceso de cambio, te proporcionará herramientas para que puedas ir solucionando poco a poco los problemas por ti mismo. Esto implica que en algunos momentos las sesiones de terapia se basarán en enseñar esas estrategias para poder trabajarlas y ponerlas en práctica fuera de la consulta. De esta manera, con un trabajo activo, y llevando a cabo las tareas propuestas por el terapeuta, se va dirigiendo el proceso terapéutico hacia la mejoría. Algunas de estas tareas pueden ser leer bibliografía relacionada con el problema a tratar, registrar nuestros pensamientos y nuestra conducta en momentos determinados, o practicar ejercicios aprendidos en la consulta.
Esto a veces choca con la idea de algunos pacientes, que creen que el psicólogo les ayudará porque se van a desahogar y eso les va a hacer sentirse mejor. (Sin duda, esto ayuda, pero no es suficiente como para resolver el problema). Cuando les planteas unas tareas a realizar en casa suelen mostrar resistencia (evitan hacerlas, o directamente te dicen que eso no va con ellos). Esto es porque no esperan una terapia activa, en la que psicólogo y paciente trabajan unidos, sino más bien pasiva: yo le cuento mi problema y él/ella me lo resolverá. La realidad es que el proceso de terapia va más allá, y sólo cuando el paciente se ha implicado plena y conscientemente en su proceso de cambio personal se pueden lograr los mejores resultados.