Estudios científicos han hallado diferencias significativas sobre la manera que tenemos de procesar la información que nos llega del mundo: las personas introvertidas procesan el mundo de una manera diferente al resto, lo que hace que también respondan de manera diferente a los estímulos que perciben. Los científicos llaman a los tímidos e introvertidos personas “altamente sensibles”. Los expertos dicen que se trata aproximadamente del 20% de la población.

Este tipo de personas se diferencian de los demás debido a que su procesamiento de la información se centra más en los detalles. Observan durante más tiempo antes de actuar, y suelen ser más sensibles a los estímulos en general,  lo que les lleva a prestar más atención a aquello que perciben y a procesarlo a un nivel más profundo. También, debido a esa sensibilidad, les molestan más los ruidos y las multitudes, buscan más momentos para estar solos y reflexionar, se inquietan con facilidad y notan más los efectos de la cafeína. Además, suelen aburrirse más fácilmente con conversaciones triviales y poco profundas.

De dichos estudios se ha concluido también un dato importante: afirman que los niños introvertidos que se crían en ambientes estresantes están más predispuestos a sufrir depresión, ansiedad o fobia social. Sin embargo, si estos niños, altamente sensibles, se crían en un ambiente más adecuado y se sienten apoyados, son más felices y tienen más habilidades sociales que el resto de niños (esta sensibilidad también les hace prestar más atención a las sutilezas sociales y emocionales de los demás, lo que les ayuda a entender mejor lo que pueden sentir o pensar en ese momento). Esto quiere decir que con un ambiente saludable pueden llegar a ser personas más felices, empáticas y con más capacidad para ayudar a los demás.