terapia-cognitiva (2)En el artículo anterior hablaba acerca de los conceptos básicos de la terapia cognitiva, y llegábamos a la conclusión de que, según esta orientación psicológica, no son las situaciones que vivimos las que nos provocan una respuesta emocional, sino el significado o la interpretación que nosotros le demos a ese suceso (qué significa para mí este suceso).

Según el psiquiatra A.Beck, los trastornos psicológicos derivan de una manera errónea o distorsionada de interpretar las cosas, normalmente con tendencia a la negatividad y a la rigidez a la hora de valorar los acontecimientos.

La persona depresiva, por ejemplo, se centra en pensamientos de poca valía personal (“Soy un desastre”), dificultades para manejar su vida (“No seré capaz…”), y desesperanza ante el futuro (“No vale la pena, esto no va a cambiar…”). Todo ello hace que acabe teniendo una “visión en túnel”, prestando atención a los sucesos negativos con mucha más frecuencia que a los positivos, y cree al 100% que esta percepción refleja fielmente la realidad (a pesar de que las personas que le rodeen estén percibiendo el problema de una manera distinta).

Aprender a enfocar esa realidad poniendo a prueba esos pensamientos (que los psicólogos llamamos “pensamientos automáticos negativos”) y comprobar su validez es un aspecto esencial del tratamiento para poder manejarlos y conseguir una manera de pensar más realista, y a la vez más útil (ya que estos pensamientos más racionales sí nos ayudarán a conseguir nuestros objetivos).

Características de la terapia cognitiva:

Está limitada en el tiempo: a diferencia de terapias muy extensas, como la psicoanalítica, este tipo de terapia se centra en conseguir objetivos concretos y se suele afianzar lo aprendido en menos de un año.

Consta de sesiones estructuradas, en las que terapeuta y paciente trabajan como un equipo, con roles diferenciados, donde el terapeuta asesora y enseña una serie de estrategias al paciente, y este se compromete a ponerlas en práctica a lo largo de las sesiones (se suelen prescribir algunas tareas para casa con el fin de practicar lo aprendido y afianzarlo).

El paciente acaba la terapia con nuevos recursos que puede poner en práctica en el momento en que lo necesite, evitando así tener que acudir a terapia de nuevo en el futuro conforme vayan surgiendo nuevos problemas. (Evidentemente puede acudir a su terapeuta, pero será para reforzar lo aprendido y ver qué aspectos pueden estar interfiriendo en la puesta en práctica de estas estrategias).