Decimos que alguien sufre el síndrome de “burnout” cuando su trabajo ya no le motiva, y le supone un esfuerzo casi insoportable. Aparece entonces un agotamiento mental, físico y emocional, que con el tiempo acaba afectando seriamente a su vida personal. En algunos casos, el trabajador llega a un estado de desgaste extremo que prácticamente le incapacita para continuar con el ejercicio de su profesión.
Los trabajadores que suelen verse más afectados por este síndrome son aquellos cuyo empleo supone un contacto directo con otras personas, con gran dedicación e implicación emocional. Suelen ser docentes, personal sanitario, trabajadores sociales... y es frecuente que estas profesiones se hayan escogido por vocación.
¿Cómo llega uno a estar quemado del trabajo?
El “burnout” no se instala de la noche a la mañana. Es un proceso gradual, que va alternando períodos de mayor o menor intensidad. Según Edelwich y Brodsky, se pueden distinguir cuatro fases en el desarrollo del síndrome:
1- Fase de entusiasmo o luna de miel: En esta fase uno quiere dar lo máximo de sí mismo. El trabajo parece maravilloso, lo da todo por él y supone una parte muy importante en su vida. Está lleno de energías y siente que el trabajo va a satisfacer todas sus necesidades y a solucionar todos sus problemas.
2- Estancamiento. “El despertar”: El trabajador empieza a ser consciente de que lo que pensaba que iba a ser su trabajo no acaba de hacerse realidad. Sus recompensas personales, profesionales y materiales no son las que esperaba: un exceso de exigencias por parte del jefe, exceso de proyectos a sacar con pocos medios, no hay un reconocimiento social, etc. Esta es una fase mucho más realista que la anterior, y es fácil que lleguemos todos a ella en algún momento de nuestra vida profesional.
3- Fase de frustración o el “tostamiento”: Ya no hay casi energía ni entusiasmo, y han dado paso a una fatiga crónica e irritabilidad. Aparecen cambios en el sueño y la alimentación. Se ha perdido la motivación inicial que tanto justificaba la dedicación y el esfuerzo. El trabajador se vuelve indeciso, baja su rendimiento, y los compañeros y superiores empiezan a notar un cambio. Si esto empeora, es posible que se vuelva cínico, distante y abiertamente crítico hacia la organización, el tipo de trabajo, etc. Empiezan a aparecer problemas como la depresión, la ansiedad, enfermedades físicas…
4- Apatía. El “burnout” ya instalado: Si no se ha parado la fase anterior y se ha tratado de poner remedio, aparecerá la sensación de desesperanza, con un fuerte sentimiento de fracaso y una gran pérdida de autoestima y confianza en sí mismo. Los pensamientos negativos serán constantes, sintiéndose deprimido y con la sensación de que la vida no tiene sentido. En este punto piensa en dejarlo todo. En casos muy graves puede aparecer un ataque al corazón o llevar a cabo intentos de suicidio.
Rasgos personales que predisponen el “burnout”:
Hay características personales que pueden hacer que, llevadas al extremo y aplicándose con rigidez, se llegue a sufrir este síndrome de desgaste profesional:
– Fuerte idealismo y altruismo: dan mucho a los demás, de manera excesiva, incluso dejando atrás las propias necesidades en ocasiones.
– Elevadas expectativas respecto al trabajo: hace prácticamente imposible que se lleguen a satisfacer.
– Mayor sensibilidad hacia los sentimientos y necesidades de los demás: Esto lleva a una mayor implicación y compromiso, incluso a una identificación con la persona y sus problemas, y una necesidad imperiosa de solucionarlo (aunque a veces no haya posibilidades reales).
– Elevado nivel de autoexigencia: necesitan dar mucho para conseguir una opinión aceptable de sí mismas, nunca les parece suficiente lo que hacen por sus clientes, pacientes, alumnos, etc.
– Excesiva autocrítica: (suele ir asociado a lo anterior). Cualquier pequeño error les hace pensar que son malos profesionales, y suelen tener una sensación continua de fracaso.
– Falta de habilidad para afrontar y manejar el estrés y las situaciones conflictivas: destrezas como habilidades sociales, asertividad, o la capacidad para resolver problemas son necesarias a la hora de trabajar. Cuando menor sea el dominio de estas estrategias más probable será sufrir desgaste profesional.
– Estilo cognitivo de “todo o nada”: Tienen una visión rígida de la realidad, donde aquello que no es un completo éxito se considera un fracaso. En lugar de ver tanto las cosas positivas como las negativas y poder aprender de ambas, sienten que “es horrible” cuando las cosas no salen perfectas.
– Locus de control externo: Tener la creencia de que las cosas pasan sin que tengamos ningún control sobre las mismas. No podemos hacer nada para solucionar un problema, o para cambiar o mejorar el estado de las cosas, ya que es la suerte, el azar, o lo que hagan los demás, lo que condicionará el éxito.
Otros problemas que se confunden con «burnout» (pero no lo son):
a) Estar cansado o estresado:
En el caso de coger unas vacaciones y sentirse renovado a la vuelta del trabajo, esto nos indicará que no se sufre el síndrome, sino que el trabajador necesitaba parar y descansar para poder continuar con sus tareas normalmente. Cuando se sufre «burnout» el trabajador se siente cada vez más cansado e impotente, a pesar de darse un tiempo de descanso.
b) Haber elegido la profesión equivocada:
Para el trabajador puede ser muy frustrante darse cuenta al poco tiempo de que la profesión que ha elegido no es la adecuada, sin embargo, esto no es propio del que sufre «burnout». Más bien, como comentaba al principio, los más propensos a padecer este síndrome suelen ser precisamente las personas que eligen su trabajo vocacionalmente, basándose en lo que significa para ellos.
c) Sufrir una crisis laboral:
Pasar por un momento de crisis a nivel laboral no indica necesariamente que uno esté padeciendo el síndrome. Será necesario pararse a reflexionar sobre ello para poder salir de ese bloqueo, pero no por ello se sufrirá de «burnout».
d) Sufrir un acoso laboral:
En este caso, a este problema se le llama «mobbing», y la sintomatología estará provocada por un factor clave: las conductas de ataque continuas contra el trabajador con el fin de perjudicarle en la empresa.
Como hemos visto, el síndrome de «burnout» puede llegar a afectar a la calidad de vida de la persona de manera muy significativa, pudiendo llegar a sentir, en los casos más graves, que su vida ya no tiene sentido. Afortunadamente, este problema tiene tratamiento, y con la ayuda de un profesional se puede ir recuperando poco a poco la ilusión en el día a día.